¿Cuánto valen la preservación y las falsas soluciones del capitalismo, y quién compensa las compensaciones?
Fuego consume un árbol próximo a la carretera BR-367, entre Rio Branco y Bujari. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil
¿Has leído la primera parte de la historia? Cómo el agronegocio y el mercado financiero generan ganancias con la devastación del mayor bosque tropical del mundo
Como si no bastara con las ofensivas directas al bosque y a los pueblos, hay que estar atento también a las medidas que se presentan como soluciones ambientales para la Amazonia. Es posible sean una expresión más del capitalismo y de la explotación del bosque. Para el integrante del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) e investigador sobre la financierización de la naturaleza, Lindomar Padilha, el fuego que quema en la Amazonia representa una lógica de “ganar-ganar” para quienes especulan con los territorios. Lindomar explica que si, al generar incendios, los agentes del agronegocio no logran implementar un proyecto ganadero (y en el futuro, monocultivos de soja y otros commodities), van a tener otra oportunidad de captar fondos, incluso a nivel internacional, echando mano del discurso de la compensación ambiental para reforestar lo que ellos mismos destruyeron. Y en este esquema de lucrar por encima de todo, quien conduce es la lógica del capitalismo financiero. Esto ocurre, principalmente, según Lindomar, cuando se trata de los bonos de carbono. “Los mercados vinculados a la economía verde, funcionan en última instancia como una especie de commodity, pero que le ponen el nombre de ‘bonos’, los ‘bonos de carbono’. Como cualquier mercancía, si hay mucha disponibilidad, el precio baja, si hay poco el precio aumenta”. Por este motivo se hace necesario presionar a los territorios. Y ahí entra el fuego. “Cuando el bosque quema, el mercado vinculado a los proyectos REDD+, de bonos de carbono, dice: ‘¿Vieron? Necesitamos más mercados de compensación, más mercados REDD¡, para compensar las amenazas que estamos viendo en la Amazonia’. Entonces los incendios generan una sobrevaluación de esos créditos, es decir, del derecho de contaminar”.
REDD+ es un conjunto de incentivos económicos destinado a quienes evitarían la emisión de gases de efecto invernadero que resulta de la deforestación y degradación forestal. Grosso modo, empresas que contaminan en exceso le compran bonos de REDD+ a comunidades o instituciones que poseen el bosque en pie. Este bosque, teóricamente, al secuestrar carbono de la atmósfera, teóricamente, compensaría los gases emitidos por el que contamina.
“Atención. Área de extracción forestal, siga con cuidado”, dice un cartel encontrado dentro de la Reserva Extractivista Chico Mendes, Xapuri, lugar de intenso manejo forestal. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil
REDD es un mecanismo más del capitalismo para apropiarse de los bosques y especular con ellos. En la publicación “El Acuerdo REDD+ entre California-Acre-Chiapas: Legalizando los mecanismos de desposesión”, hablamos sobre el caso de Acre, que implementa mecanismos de REDD+ mediante el Sistema de Incentivos de Servicios Ambientales (SISA), así como de los diversos problemas que la implementación de esa política ha provocado, y lo sigue haciendo, en las comunidades. Además de tratarse de una falsa solución ambiental, ya que no produce cambios en los modos de producción de las empresas y de los países que contamina. Deposita en el sur del mundo la responsabilidad de compensar la contaminación causada en el norte. En junio de 2018, pueblos indígenas y de comunidades que viven y trabajan en los bosques se reunieron en Sena Madureira, Acre, para denunciar estas falsas soluciones propuestas por el capitalismo verde para las degradaciones ambientales y climáticas. Leer la carta del encuentro AQUÍ.
Uno de los principales ejemplos de cuán perjudicial resultan REDD y el sistema de bonos de carbono para las comunidades y territorios, según Lindomar, es la pérdida de la tutela del territorio. Él hace una comparación con lo que ocurre en el mercado inmobiliario: el gobierno de Acre, argumenta Lindomar, pone las áreas de preservación como garantía de que va a honrar compromisos con las empresas de California o el banco público alemán, KfW, dueños de bonos en la región. “El gobierno del estado de Acre ha hipotecado el bosque amazónico que se encuentra dentro del territorio de Acre. Esto es de una gravedad enorme, porque va a bloquear el proceso de regularización fundiaria, especialmente en los territorios de las comunidades tradicionales, como los pueblos indígenas y las “reservas extractivistas”1. Es casi como decir que, para hacer la demarcación de una tierra indígena acá, vamos a tener que pedirle autorización a California o a Alemania. El mercado es voraz y son varias las empresas gigantes mundiales que vienen participando de este proceso de hipoteca del territorio acreano. Y lo hacen sin explicarle nada a las comunidades: ‘mi amigo, al aceptar mecanismos de REDD y de REM, está usted hipotecando su propia vida, su propia casa, su territorio. Ellos le van a sacar la casa, basta con que surja una crisis en el mercado financiero, que ellos le van a sacar su territorio, puede estar seguro’”.
Por si fuera poco, la Cámara de Diputados acaba de aprobar un proyecto para beneficiar empresarios del agronegocio que preservan bosque nativo, como Pago por Servicios Ambientales (PSA). ¿Parece interesante? Sí, pero los indígenas apurinãs, los recolectores de caucho, quilombolas conservan sus bosques desde siempre, y lo único que quieren es que se consolide el derecho a su tierra. Sin necesidad de que se la invada. ¿Qué tipo de valorización es esa? Ese proyecto, hecho por un diputado de la bancada del agronegocio, propone que productores rurales perciban una compensación financiera para preservar vegetación nativa. Eso puede hacer disparar el número de invasiones a tierras que todavía tengan el bosque en pie.
Pero no termina ahí: este sistema de pago por servicios ambientales puede funcionar con quienes plantan monocultivos de eucalipto, bajo el argumento de que están reforestando. Desafortunadamente, todavía se discute en el ámbito de la ONU, los monocultivos de eucaliptos como opción de reforestación. “El monocultivo no entra en ese concepto de ecosistema, porque el ecosistema necesita varios elementos relacionándose entre sí. Entonces, la idea de adoptar un discurso sobre bosque en donde no hay bosque es engañosa. Porque bosque viene de florecer2, de generar vida. Y monocultivos no generan vida”, dice Lindomar.
Para explotar aún más el tema, seguimos viaje hasta la Reserva Extractivista Chico Mendes, en Xapuri, municipio acreano. Allá fuimos para escuchar a Dercy Teles, recolectora de caucho, sindicalista jubilada y gran conocedora del bosque y de la lucha de las comunidades. Según Dercy, el debate sobre si monocultivos pueden sustituir bosques o no, no resulta de falta de conocimiento, sino de desprecio hacia quienes viven en el bosque. “Desafío al ser humano a que reproduzca un bosque igual al que la naturaleza ha creado. El bosque no es de una especie, ni de dos, ni de tres. Son miles de especies, incluyendo seres invisibles que contribuyen para mantener este bosque”.
La Reserva Chico Mendes es una de las principales fuentes de madera de manejo forestal. Le preguntamos a Dercy acerca de la relación entre este servicio gubernamental y la deforestación ilegal en el territorio de los indígenas apurinãs. Ella considera que el manejo tiene un impacto inconmensurable: “Hay gente que vive solo de vender madera clandestina. Los fines de semana y feriados, esta carretera no para. Entran los camiones para transportar vacunos y solo cargan lo que la gente llama de ‘ganado acostado’, que es la madera”. El manejo, según ella, es una política estatal de deforestación.
La ambición del agronegocio desconoce límites: ya existe un fuerte lobby de hacendados y megaempresarios para que plantaciones de soja, arroz y palma aceitera puedan percibir Pagos por Servicios Ambientales vinculados a proyectos de REDD, bajo el argumento de que capturan carbono. El argumento reside en que tecnologías como la siembra directa, rotación de cultivos y agricultura de precisión emiten menos carbono que otras formas de cultivo. Con este argumento los hacendados se registrarían para la venta de bonos de carbono. Lindomar se indigna ante tal maniobra: “Es absurdo. Es un discurso criminal porque sabemos que lo que está por detrás es la búsqueda única y exclusiva de lucro. Ellos ganan destruyendo el bosque, después ganan diciendo que van a contribuir con el planeta, plantando soja, eucalipto, palma. Son doblemente criminales, por destruir el bosque y por mentir al decir que el monocultivo sustituye el bosque”. El hecho de que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) legitime un discurso como este, según Lindomar, puede ser por no tener la capacidad de discernir entre lo que es monocultivo y lo que es bosque, por reconocer la necesidad de una vida múltiple, o simplemente, porque no les preocupa el tema.
“Nuestro debate es otro, es la vida, es comer lo que la naturaleza nos ofrece con el menor impacto posible. Somos campeones en la producción de soja. Y cuando se contabiliza eso en los estudios, [se dice que] aumentamos mucho la producción de alimentos en el mundo. Pero ¿qué importancia tiene eso? [Si son] alimentos transgénicos, con agrotóxicos de todo tipo. Eso va contra la vida; estamos comiendo veneno. Y necesitamos hacer esa lectura. En realidad lo que estamos haciendo es inviabilizar la producción de alimentos y plantando veneno. Yo quiero creer que, en el caso de la FAO, no es una cuestión de maldad pura y simple, pero basta mirar y constatar que los monocultivos son contrarios a la vida. Si es una lectura equivocada, pueden cambiar de opinión, porque los sabios cambian de opinión. Espero que la FAO cambie de opinión y deje de considerar que los monocultivos tienen un impacto ambiental similar al de un bosque”.
Lindomar y Dercy nos muestran cuán necesario se hace estar muy atentos a las propuestas que llegan como salvación del bosque amazónico, principalmente en lo que se refiere a los fondos de apoyo. ¿A quiénes les llega? ¿Cómo llegan? ¿Para qué llegan? ¿Quiénes son los que promueven el discurso y administran los recursos de preservación de la Amazonia? Probablemente se trate de un paso más de la especulación sobre el bosque y de las estrategias de acaparamiento de territorios. Estrategias para mantener el bosque en pie no vendrán de quienes lo explotan históricamente. Salvar el bosque pasa por no permitir que sea destruído por los agentes del agronegocio, de la minería y de las madereras ilegales. Pasa por evitar que sea “hipotecado” por el mercado financiero encubierto por llamada economía verde. Es necesario defender los territorios y fortalecer los territorios indígenas y de las comunidades tradicionales, que son pueblos que viven en armonía con el bosque desde hace generaciones.
Família de chamán Isaka Huni Kuin. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil
Para el chamán Isaka Huni Kuin, el camino para salvar el bosque vendrá a través de la “amistad”, que entiendo como un pedido de respeto a su pueblo. “Nosotros somos vecinos, venimos del mismo creador. Vivo acá, no para invadir a nadie. Yo también quiero vivir, de la misma manera que ellos quieren: bien. Puedo meterme en lo que es mío, lo que no es mío, no es mío”.
Dercy abraza un árbol de castaña, que fue fuente de sustento para ella y muchas familias en Acre. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil
Dercy dice que en el proceso de preservación de la Amazonia se vuelve imprescindible el fortalecimiento de las comunidades. “El conocimiento que tenemos es secular”. Ella considera que la Amazonia, no es solo de Perú, Bolivia o Brasil, sino de la humanidad. “Por eso es responsabilidad de cada uno de nosotros estar atentos a lo que ocurre aquí”.
En un nivel subterráneo de las discusiones entre presidenciables y grandes corporaciones, paralelamente a las falsas soluciones ambientales del capitalismo, indígenas, pequeños extractivistas, campesinos, comunidades ribereñas, quilombolas vienen resistiendo con sus cuerpos, con sus espiritualidades y sus culturas, contra la devastación de la naturaleza. Nuestra tarea es la de fortalecer directamente estas personas, con respeto y foco en sus protagonismos; es contribuir en la consolidación y en la defensa de sus territorios. No serán las propuestas e iniciativas que vienen de los que contaminan y generan ganancias con la devastación del sur del mundo las que van a salvar el bosque. Sino el respeto y el derecho a la tierra y a la vida, en su cultura, de aquellos que viven desde hace generaciones en armonía con el bosque.
Buni Huni Kuin envuelve un tambaquí en una hoja de bananera. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil
En este proceso, la solidaridad internacional se hace fundamental. No hay lucha en la Amazonia sin solidaridad, dice Lindomar. “El foco de la solidaridad es la liberación, el forestar, el florecer, promover un carnaval multicultural, multiétnico, multireligioso, multilinguistico. Por eso el mono no funciona, tiene que ser pluri. Nuestro carnaval va a ser plural, y solo lo será gracias a la solidaridad. Somos lo que somos porque otros contribuyeron para que seamos lo que somos. Nuestra lucha acá en la Amazonia depende totalmente de la solidaridad. La solidaridad es el alimento de la lucha”.
Kaxuqui y Antônio José juegan en el arroyo Retiro. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil
Kaxuqui, es el cacique de mayor edad. Según él, su nombre significa “el mono roedor que salvó la Amazonia”. Él cuenta que, cuando se quemó el bosque, todos los animales se refugiaron arriba de un árbol. Kaxuqui masticó el tronco y logró evitar que el fuego avanzara sobre la madera. El aserrín de los árboles y las cenizas en el piso componen un ambiente hostil que les seca las lágrimas a los caciques Kaxuqui y Antônio José. Convirtieron la desolación en palabras de rabia y denuncia, que reivindican que alguien contribuya con su lucha. El cacique Antônio José Apurinã, dice que los indígenas son la naturaleza, son el pueblo que preserva la flora y la fauna de la Amazonia. “Queremos que se regularice nuestra tierra. Nos vamos a quedar acá y resistir, preservar eternamente. Mientras estemos vivos, vamos a estar acá luchando por estas tierras. Esto no es solo para el pueblo apurinã, para los pueblos indígenas. Este bosque no nos hace bien solamente a nosotros, le hace bien a toda la comunidad, a todo el mundo. Nosotros somos la naturaleza, nosotros somos el pueblo que preserva la Amazonia, la fauna y la flora de Brasil. ¡Nosotros estamos acá resistiendo! Ese es el mensaje que queremos dejar”.
VIDEO> Vea la entrevista con Lindomar Dias Padilha (CIMI-Acre), quien habla sobre los incendios y el beneficio de la destrucción. A medida que la agroindustria y el mercado financiero se benefician del fuego, desde la confiscación de tierras hasta las políticas de compensación ambiental y las soluciones falsas. También habla de solidaridad y cómo apoyar a los territorios. Escucha:
Más imágenes de la gira de solidaridad por Acre: