Desde abril de 2020, hemos visto un aumento en las campañas de donación debido a la profunda crisis económica impulsada por la pandemia, pero también anterior a ella, y de responsabilidad del gobierno Bolsonaro, en obediencia al poder empresarial-financiero. Infelizmente, una parte de la población brasileña ha pasado a depender de esas acciones para tener acceso a los bienes más básicos, fundamentalmente la alimentación. Las donaciones han sido fundamentales, pero como siempre, es necesario diferenciar la caridad y el slogan publicitario de la solidaridad real. Existen campañas promovidas por los medios de comunicación, redes de supermercados y grandes empresas, y acciones de solidaridad hechas por organizaciones y movimientos populares.
En primer lugar, delante de la profunda crisis económica que asola el país, uno de los principales deberes de las grandes empresas, de los medios de comunicación hegemónicos e incluso del agronegocio, es el de pagar sus deudas con el Estado para que éste pueda llevar a cabo las políticas necesarias de combate a la pandemia y a los impactos del desempleo de niveles históricos. El canal de televisión SBT tiene, según la Procuraduría-General de la Hacienda Nacional, una deuda de R$ 97,2 millones con el gobierno federal. Luciano Hang, dueño de la autodenominada “gigante minorista” Havan, y uno de los empresarios que más defiende el gobierno de Jair Bolsonaro, ha eludido, según afirmó la Receta Federal el año pasado, casi R$ 2,5 millones desde 2013 en contribución de previsión social. Hasta el año pasado, el lobby ruralista, por medio de la Confederación de Agricultura y ganadería de Brasil, intentaba legalizar el incumplimiento al gobierno federal de más de R$ 34 mil millones por deudas con el Fondo de Asistencia al Trabajador Rural (Funrural), o sea, también contribución de previsión social.
En el caso de Havan, la empresa propagandea una acción por la cual logró arrecadar justamente el valor de R$ 2,5 millones solamente en 2020. La campaña Vuelto Solidario es la típica campaña de supermercado en que el protagonista de las donaciones es la gente, no la empresa en cuestión. El valor arrecadado es destinado a instituciones definidas por la empresa. El poder empresarial aumenta en la medida en que el Estado permite incumplimientos y no dispone de los recursos que le pertenecen, permitiendo que, en casos como éste que no son aislados, la caridad (con el dinero de los otros) ocupe de forma ilusoria el lugar de las políticas públicas. Y el proceso todo aún sirve como “maquillaje ético” para empresas que no respetan los derechos laborales de sus trabajadores/as.
Junto a diversos movimientos populares, nosotros de Amigos de la Tierra hacemos parte de un frente justamente para denunciar esas falsas acciones de solidaridad provenientes de las empresas. Durante la pandemia, esos movimientos y organizaciones populares están haciendo justicia al conocimiento popular por lo cual sabemos que quien más ayuda es quien menos tiene. Ésa es la solidaridad de clase. Solamente en 2020, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) donó 4 mil toneladas de alimentos y 700 mil platos de comida para familias de trabajadoras y trabajadores en situación de vulnerabilidad social. El Movimiento de los Trabajadores Sin Techo ha creado las Cocinas Solidarias en varios estados del país, y el Fondo de Solidaridad Sin Techo, que ha posibilitado la donación de canastas básicas de alimentos y kits de higiene básica para cerca de 20 mil familias en 2020. La Marcha Mundial de las Mujeres lleva adelante acciones de solidaridad en diversos estados del país, también para garantizar que lleguen a miles de familias alimentos básicos y productos de higiene, y para ayudar a mujeres que están en situación de violencia, una realidad que se ha profundizado durante la pandemia. Las centrales sindicales también han protagonizado acciones de solidaridad para donar canastas de alimentos o de insumos básicos, como gas de cocina, en el caso de las acciones realizadas por los petroleros.
Este año, la Coalición Negra por Derechos lanzó la campaña Hay gente con hambre, junto a otras entidades, visando donar canastas básicas a más de 220 familias que viven en periferias, favelas, palafitos, comunidades ribereñas y quilombos en todo el país. La población negra no solo ha sido la más afectada por el hambre y la miseria, como ha sido la población más impactada por el coronavirus.
La Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (Apib), con poblaciones fuertemente impactadas por la pandemia, también ha creado un frente de combate a la pandemia llamado Emergencia Indígena, que delante de la omisión y campaña de desinformación del gobierno federal, ha creado barreras sanitarias proprias en las comunidades para evitar contagio, además de tener que realizar campañas informativas para combatir las noticias falsas sobre la pandemia. Las organizaciones LGBT vienen organizando en todo el país acciones como fondos comunes, donaciones de canastas básicas, asesoría jurídica y cuidados médicos.
Muchas de esas acciones son realizadas en red entre todos esos movimientos, sindicatos y articulaciones. Como Amigos de la Tierra, hacemos parte de esa red de solidaridad popular, incrementada durante la pandemia, por ejemplo, por medio de la Alianza Feminismo Popular y de acciones de solidaridad con las aldeas Guaraníes en el estado de Rio Grande do Sul. Es importante destacar que, diferentemente del maquillaje ético hecho por las grandes empresas durante la pandemia, las acciones de solidaridad de los movimientos populares tienen un carácter político explícito, y denuncian no solo los impactos del coronavirus, pero todos los retrocesos que el gobierno Bolsonaro viene promocionando en todas las áreas posibles: contra indígenas, negros, mujeres, quilombolas, trabajadores/as, LGBTQIA+ y contra los bienes comunes y territorios que habitan.
Hablamos sobre este asunto en el texto ¡Red de solidaridad para construir otra realidad! En la publicación Del campo a la ciudad: historias de lucha por el derecho de los pueblos a la tierra y a la vida. Vea el trabajo aquí.
Lea la actualización capítulo a capítulo :
“Han borrado una ciudad del mapa” – La destrucción de un barrio en Porto Alegre con más de 5 mil personas y más de 50 años de historia
El avance de la megaminería y la concentración de riqueza contra la vida y los bienes comunes
El gobierno Bolsonaro como instrumento de avance del poder corporativo sobre los bienes comunes de los pueblos