Ya hemos hablado mucho sobre el Mercado, las Empresas, la Industria, los Ruralistas. Sin embargo, estas entidades trascendentales tienen nombres, son parte de nuestro mundo, podemos y debemos citarlas para que carguen con su culpa: la industria de la carne, los agronegocios así como sus inversores del mercado financiero son los mayores culpables de los ataques contra los pueblos de la Amazonia y, por supuesto, también son los que más se benefician de ello.
Aunque el gobierno actual intente culpabilizar a los estratos más empobrecidos de la sociedad por la devastación de la biodiversidad en la Amazonía y Brasil, un interesante reportaje del The Intercept Brasil comprobó que, por detrás de los incendios y la deforestación, hay entidades poderosas: “Datos públicos del Ibama, agencia del gobierno federal responsable por preservar el medio ambiente, analizados por De Olho nos Ruralistas, muestran que los 25 deforestadores más grandes, en la historia reciente del país, son grandes empresas extranjeras, políticos, personalidades de columnas sociales y incluso una empresa vinculada a un banquero y tres explotadores de mano de obra esclava “.
Esta es la parte 4 de la introducción a la historia “¿Qué pasa realmente en la Amazonía?”:
Parte 1 (página central): ¿Qué pasa realmente en la Amazonía?
Parte 2: ¿Quién se ve favorecido con las respuestas de Bolsonaro a los incendios?
Parte 3: El “ganar-ganar” de las empresas con la financiarización de la naturaleza
Parte 4: [estás aquí] Por fin, ¿quién está detrás de estos crímenes?
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Y en medio de todo esto – la monopolización de tierras, los incendios, la soja y sus pesticidas, los puertos que impiden la pesca, los megaproyectos que destruyen formas de vida que las comunidades resisten, a pesar de la extrema presión y amenazas a la vida. Estas Comunidades y Pueblos terminan transformándose en entidades abstractas, sin embargo, son personas simples y de hábitos comunes: disfrutan del fútbol, del almuerzo familiar, del baño en el río, del descanso en la hamaca. Pequeñas y pequeños agricultores, pescadoras y pescadores, extractivistas de reservas legales, comunidades quilombolas y pueblos indígenas que querían, si fuera una opción, simplemente continuar sus vidas en el lugar al que pertenecen, cuidando de la floresta de la cual dependen.
Otro mundo no es posible, solo existe este. Por eso hay que luchar
No es posible coexistir con el deseo infinito de destrucción de la expansión capitalista: su veneno contamina todo, los lagos sufren con la polución y se secan, la tierra está contaminada, las personas son expulsadas de sus territorios, atacadas, cobardemente asesinadas. El discurso de odio de Bolsonaro y las políticas de desmantelamiento de las áreas ambientales y agrarias, en defensa de los intereses de los agronegocios y las grandes industrias extranjeras, se materializan en violencia. Hay que tener en cuenta que los asesinatos de indígenas aumentaron 22.7% en 2018.
Para vencer esto, nos queda una lucha continúa: diariamente, con un trabajo de hormigas, poco a poco – tan difícil como necesario y gratificante. Justamente esto es lo que nos enseñan las historias que escuchamos en la reciente visita a la región de Tapajós, Pará. Ellas evidencian la destrucción del capital en el Amazonas, con el monopolio de tierras, el avance de megaproyectos sobre comunidades enteras, el ataque a los bosques y ríos, amenazas a quienes se oponen y defendien las formas de vida tradicionales así como los derechos de los pueblos. No nos resulta sorprendente que estas personas reciban el apodo de Protectoras y Protectores del Bosque – no hay un nombre más justo.
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Lea también las partes 2 y 3 de la introducción:
– ¿Quién se ve favorecido con las respuestas de Bolsonaro a los incendios?
– El “ganar-ganar” de las empresas con la financiarización de la naturaleza
También confira: El asedio explicado en un mapa