[ES] La lógica del ganar-ganar por detrás de los incendios en la Amazonia – parte 2

¿Cuánto valen la preservación y las falsas soluciones del capitalismo, y quién compensa las compensaciones?

Fuego consume un árbol próximo a la carretera BR-367, entre Rio Branco y Bujari. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil

¿Has leído la primera parte de la historia? Cómo el agronegocio y el mercado financiero generan ganancias con la devastación del mayor bosque tropical del mundo

Como si no bastara con las ofensivas directas al bosque y a los pueblos, hay que estar atento también a las medidas que se presentan como soluciones ambientales para la Amazonia. Es posible sean una expresión más del capitalismo y de la explotación del bosque. Para el integrante del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) e investigador sobre la financierización de la naturaleza, Lindomar Padilha, el fuego que quema en la Amazonia representa una lógica de “ganar-ganar” para quienes especulan con los territorios. Lindomar explica que si, al generar incendios, los agentes del agronegocio no logran implementar un proyecto ganadero (y en el futuro, monocultivos de soja y otros commodities), van a tener otra oportunidad de captar fondos, incluso a nivel internacional, echando mano del discurso de la compensación ambiental para reforestar lo que ellos mismos destruyeron. Y en este esquema de lucrar por encima de todo, quien conduce es la lógica del capitalismo financiero. Esto ocurre, principalmente, según Lindomar, cuando se trata de los bonos de carbono. “Los mercados vinculados a la economía verde, funcionan en última instancia como una especie de commodity, pero que le ponen el nombre de ‘bonos’, los ‘bonos de carbono’. Como cualquier mercancía, si hay mucha disponibilidad, el precio baja, si hay poco el precio aumenta”. Por este motivo se hace necesario presionar a los territorios. Y ahí entra el fuego. “Cuando el bosque quema, el mercado vinculado a los proyectos REDD+, de bonos de carbono, dice: ‘¿Vieron? Necesitamos más mercados de compensación, más mercados REDD¡, para compensar las amenazas que estamos viendo en la Amazonia’. Entonces los incendios generan una sobrevaluación de esos créditos, es decir, del derecho de contaminar”.

REDD+ es un conjunto de incentivos económicos destinado a quienes evitarían la emisión de gases de efecto invernadero que resulta de la deforestación y degradación forestal. Grosso modo, empresas que contaminan en exceso le compran bonos de REDD+ a comunidades o instituciones que poseen el bosque en pie. Este bosque, teóricamente, al secuestrar carbono de la atmósfera, teóricamente, compensaría los gases emitidos por el que contamina.


“Atención. Área de extracción forestal, siga con cuidado”, dice un cartel encontrado dentro de la Reserva Extractivista Chico Mendes, Xapuri, lugar de intenso manejo forestal. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil

REDD es un mecanismo más del capitalismo para apropiarse de los bosques y especular con ellos. En la publicación “El Acuerdo REDD+ entre California-Acre-Chiapas: Legalizando los mecanismos de desposesión”, hablamos sobre el caso de Acre, que implementa mecanismos de REDD+ mediante el Sistema de Incentivos de Servicios Ambientales (SISA), así como de los diversos problemas que la implementación de esa política ha provocado, y lo sigue haciendo, en las comunidades. Además de tratarse de una falsa solución ambiental, ya que no produce cambios en los modos de producción de las empresas y de los países que contamina. Deposita en el sur del mundo la responsabilidad de compensar la contaminación causada en el norte. En junio de 2018, pueblos indígenas y de comunidades que viven y trabajan en los bosques se reunieron en Sena Madureira, Acre, para denunciar estas falsas soluciones propuestas por el capitalismo verde para las degradaciones ambientales y climáticas. Leer la carta del encuentro AQUÍ.

Uno de los principales ejemplos de cuán perjudicial resultan REDD y el sistema de bonos de carbono para las comunidades y territorios, según Lindomar, es la pérdida de la tutela del territorio. Él hace una comparación con lo que ocurre en el mercado inmobiliario: el gobierno de Acre, argumenta Lindomar, pone las áreas de preservación como garantía de que va a honrar compromisos con las empresas de California o el banco público alemán, KfW, dueños de bonos en la región. “El gobierno del estado de Acre ha hipotecado el bosque amazónico que se encuentra dentro del territorio de Acre. Esto es de una gravedad enorme, porque va a bloquear el proceso de regularización fundiaria, especialmente en los territorios de las comunidades tradicionales, como los pueblos indígenas y las “reservas extractivistas”1. Es casi como decir que, para hacer la demarcación de una tierra indígena acá, vamos a tener que pedirle autorización a California o a Alemania. El mercado es voraz y son varias las empresas gigantes mundiales que vienen participando de este proceso de hipoteca del territorio acreano. Y lo hacen sin explicarle nada a las comunidades: ‘mi amigo, al aceptar mecanismos de REDD y de REM, está usted hipotecando su propia vida, su propia casa, su territorio. Ellos le van a sacar la casa, basta con que surja una crisis en el mercado financiero, que ellos le van a sacar su territorio, puede estar seguro’”.

Por si fuera poco, la Cámara de Diputados acaba de aprobar un proyecto para beneficiar empresarios del agronegocio que preservan bosque nativo, como Pago por Servicios Ambientales (PSA). ¿Parece interesante? Sí, pero los indígenas apurinãs, los recolectores de caucho, quilombolas conservan sus bosques desde siempre, y lo único que quieren es que se consolide el derecho a su tierra. Sin necesidad de que se la invada. ¿Qué tipo de valorización es esa? Ese proyecto, hecho por un diputado de la bancada del agronegocio, propone que productores rurales perciban una compensación financiera para preservar vegetación nativa. Eso puede hacer disparar el número de invasiones a tierras que todavía tengan el bosque en pie.

Pero no termina ahí: este sistema de pago por servicios ambientales puede funcionar con quienes plantan monocultivos de eucalipto, bajo el argumento de que están reforestando. Desafortunadamente, todavía se discute en el ámbito de la ONU, los monocultivos de eucaliptos como opción de reforestación. “El monocultivo no entra en ese concepto de ecosistema, porque el ecosistema necesita varios elementos relacionándose entre sí. Entonces, la idea de adoptar un discurso sobre bosque en donde no hay bosque es engañosa. Porque bosque viene de florecer2, de generar vida. Y monocultivos no generan vida”, dice Lindomar.

Para explotar aún más el tema, seguimos viaje hasta la Reserva Extractivista Chico Mendes, en Xapuri, municipio acreano. Allá fuimos para escuchar a Dercy Teles, recolectora de caucho, sindicalista jubilada y gran conocedora del bosque y de la lucha de las comunidades. Según Dercy, el debate sobre si monocultivos pueden sustituir bosques o no, no resulta de falta de conocimiento, sino de desprecio hacia quienes viven en el bosque. “Desafío al ser humano a que reproduzca un bosque igual al que la naturaleza ha creado. El bosque no es de una especie, ni de dos, ni de tres. Son miles de especies, incluyendo seres invisibles que contribuyen para mantener este bosque”.

La Reserva Chico Mendes es una de las principales fuentes de madera de manejo forestal. Le preguntamos a Dercy acerca de la relación entre este servicio gubernamental y la deforestación ilegal en el territorio de los indígenas apurinãs. Ella considera que el manejo tiene un impacto inconmensurable: “Hay gente que vive solo de vender madera clandestina. Los fines de semana y feriados, esta carretera no para. Entran los camiones para transportar vacunos y solo cargan lo que la gente llama de ‘ganado acostado’, que es la madera”. El manejo, según ella, es una política estatal de deforestación.

La ambición del agronegocio desconoce límites: ya existe un fuerte lobby de hacendados y megaempresarios para que plantaciones de soja, arroz y palma aceitera puedan percibir Pagos por Servicios Ambientales vinculados a proyectos de REDD, bajo el argumento de que capturan carbono. El argumento reside en que tecnologías como la siembra directa, rotación de cultivos y agricultura de precisión emiten menos carbono que otras formas de cultivo. Con este argumento los hacendados se registrarían para la venta de bonos de carbono. Lindomar se indigna ante tal maniobra: “Es absurdo. Es un discurso criminal porque sabemos que lo que está por detrás es la búsqueda única y exclusiva de lucro. Ellos ganan destruyendo el bosque, después ganan diciendo que van a contribuir con el planeta, plantando soja, eucalipto, palma. Son doblemente criminales, por destruir el bosque y por mentir al decir que el monocultivo sustituye el bosque”. El hecho de que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) legitime un discurso como este, según Lindomar, puede ser por no tener la capacidad de discernir entre lo que es monocultivo y lo que es bosque, por reconocer la necesidad de una vida múltiple, o simplemente, porque no les preocupa el tema.

“Nuestro debate es otro, es la vida, es comer lo que la naturaleza nos ofrece con el menor impacto posible. Somos campeones en la producción de soja. Y cuando se contabiliza eso en los estudios, [se dice que] aumentamos mucho la producción de alimentos en el mundo. Pero ¿qué importancia tiene eso? [Si son] alimentos transgénicos, con agrotóxicos de todo tipo. Eso va contra la vida; estamos comiendo veneno. Y necesitamos hacer esa lectura. En realidad lo que estamos haciendo es inviabilizar la producción de alimentos y plantando veneno. Yo quiero creer que, en el caso de la FAO, no es una cuestión de maldad pura y simple, pero basta mirar y constatar que los monocultivos son contrarios a la vida. Si es una lectura equivocada, pueden cambiar de opinión, porque los sabios cambian de opinión. Espero que la FAO cambie de opinión y deje de considerar que los monocultivos tienen un impacto ambiental similar al de un bosque”.

Lindomar y Dercy nos muestran cuán necesario se hace estar muy atentos a las propuestas que llegan como salvación del bosque amazónico, principalmente en lo que se refiere a los fondos de apoyo. ¿A quiénes les llega? ¿Cómo llegan? ¿Para qué llegan? ¿Quiénes son los que promueven el discurso y administran los recursos de preservación de la Amazonia? Probablemente se trate de un paso más de la especulación sobre el bosque y de las estrategias de acaparamiento de territorios. Estrategias para mantener el bosque en pie no vendrán de quienes lo explotan históricamente. Salvar el bosque pasa por no permitir que sea destruído por los agentes del agronegocio, de la minería y de las madereras ilegales. Pasa por evitar que sea “hipotecado” por el mercado financiero encubierto por llamada economía verde. Es necesario defender los territorios y fortalecer los territorios indígenas y de las comunidades tradicionales, que son pueblos que viven en armonía con el bosque desde hace generaciones.

Família de chamán Isaka Huni Kuin. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil

Para el chamán Isaka Huni Kuin, el camino para salvar el bosque vendrá a través de la “amistad”, que entiendo como un pedido de respeto a su pueblo. “Nosotros somos vecinos, venimos del mismo creador. Vivo acá, no para invadir a nadie. Yo también quiero vivir, de la misma manera que ellos quieren: bien. Puedo meterme en lo que es mío, lo que no es mío, no es mío”.

Dercy abraza un árbol de castaña, que fue fuente de sustento para ella y muchas familias en Acre. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil

Dercy dice que en el proceso de preservación de la Amazonia se vuelve imprescindible el fortalecimiento de las comunidades. “El conocimiento que tenemos es secular”. Ella considera que la Amazonia, no es solo de Perú, Bolivia o Brasil, sino de la humanidad. “Por eso es responsabilidad de cada uno de nosotros estar atentos a lo que ocurre aquí”.

En un nivel subterráneo de las discusiones entre presidenciables y grandes corporaciones, paralelamente a las falsas soluciones ambientales del capitalismo, indígenas, pequeños extractivistas, campesinos, comunidades ribereñas, quilombolas vienen resistiendo con sus cuerpos, con sus espiritualidades y sus culturas, contra la devastación de la naturaleza. Nuestra tarea es la de fortalecer directamente estas personas, con respeto y foco en sus protagonismos; es contribuir en la consolidación y en la defensa de sus territorios. No serán las propuestas e iniciativas que vienen de los que contaminan y generan ganancias con la devastación del sur del mundo las que van a salvar el bosque. Sino el respeto y el derecho a la tierra y a la vida, en su cultura, de aquellos que viven desde hace generaciones en armonía con el bosque.

Buni Huni Kuin envuelve un tambaquí en una hoja de bananera. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil

En este proceso, la solidaridad internacional se hace fundamental. No hay lucha en la Amazonia sin solidaridad, dice Lindomar. “El foco de la solidaridad es la liberación, el forestar, el florecer, promover un carnaval multicultural, multiétnico, multireligioso, multilinguistico. Por eso el mono no funciona, tiene que ser pluri. Nuestro carnaval va a ser plural, y solo lo será gracias a la solidaridad. Somos lo que somos porque otros contribuyeron para que seamos lo que somos. Nuestra lucha acá en la Amazonia depende totalmente de la solidaridad. La solidaridad es el alimento de la lucha”.


Kaxuqui y Antônio José juegan en el arroyo Retiro. Foto: Douglas Freitas / Amigos de la Tierra Brasil

Kaxuqui, es el cacique de mayor edad. Según él, su nombre significa “el mono roedor que salvó la Amazonia”. Él cuenta que, cuando se quemó el bosque, todos los animales se refugiaron arriba de un árbol. Kaxuqui masticó el tronco y logró evitar que el fuego avanzara sobre la madera. El aserrín de los árboles y las cenizas en el piso componen un ambiente hostil que les seca las lágrimas a los caciques Kaxuqui y Antônio José. Convirtieron la desolación en palabras de rabia y denuncia, que reivindican que alguien contribuya con su lucha. El cacique Antônio José Apurinã, dice que los indígenas son la naturaleza, son el pueblo que preserva la flora y la fauna de la Amazonia. “Queremos que se regularice nuestra tierra. Nos vamos a quedar acá y resistir, preservar eternamente. Mientras estemos vivos, vamos a estar acá luchando por estas tierras. Esto no es solo para el pueblo apurinã, para los pueblos indígenas. Este bosque no nos hace bien solamente a nosotros, le hace bien a toda la comunidad, a todo el mundo. Nosotros somos la naturaleza, nosotros somos el pueblo que preserva la Amazonia, la fauna y la flora de Brasil. ¡Nosotros estamos acá resistiendo! Ese es el mensaje que queremos dejar”.

VIDEO> Vea la entrevista con Lindomar Dias Padilha (CIMI-Acre), quien habla sobre los incendios y el beneficio de la destrucción. A medida que la agroindustria y el mercado financiero se benefician del fuego, desde la confiscación de tierras hasta las políticas de compensación ambiental y las soluciones falsas. También habla de solidaridad y cómo apoyar a los territorios. Escucha:

Más imágenes de la gira de solidaridad por Acre:

9 ações para defender a Amazônia todos os dias

Dia 5/9 é conhecido como Dia da Amazônia. Listamos aqui 9 ações para defendê-la todos os dias!

 

1. Lute pelos direitos dos povos indígenas
É sabido: as terras indígenas combatem o desmatamento e a emissão de gases de efeito estufa. E, sempre que preciso, são os povos da floresta que erguem-se em sua defesa, ocupando o vazio do Estado.

2. Rejeite as falsas soluções do capitalismo “verde”
O capitalismo se alimenta da miséria e, em momento de crise, ressurgirão como solução as políticas de financeirização da natureza, como REDD (Redução das Emissões por Desmatamento e Degradação florestal) e PSA (Pagamento por Serviços Ambientais – lê aqui a posição crítica do Grupo Carta de Belém sobre isso). São as falsas soluções do capitalismo verde, que privatizam as terras dos povos e comunidades tradicionais e transformam a natureza em ativos em bolsas de valores, a serem negociados para compensar os danos ambientais causados pelas grandes empresas poluidoras. Se interessou? Entenda mais sobre ”mercado de carbono” e “financeirização da natureza” assistindo ao nosso documentário “Mercado Verde: a financeirização da natureza” – aqui o link pro vídeo completo no YouTube.

3. Apoie organizações e movimentos que lutam juntos aos povos e comunidades
A luta pelos direitos coletivos e dos povos sempre foi criminalizada – e a violência tem aumentado no atual cenário político de ascensão fascista: aqui uma matéria bacana do Brasil de Fato sobre o assunto. E não só apoie: some-se à luta, participe e construa o poder popular desde baixo!

4. Valorize as instituições ambientais e de pesquisa
Os investimentos em educação pública, pesquisa e tecnologia devem ser amplamente defendidos. Somente assim a soberania e controle de nosso próprio território são possíveis – ora, não por acaso Bolsonaro elegeu a ciência e as instituições ambientais como inimigos. Uma candidatura (e agora governo) baseada em notícias falsas e desinformação jamais se manteria firme frente a dados científicos e apurações aprofundadas. Assim que Ibama, ICMBio, universidades públicas e institutos federais sofrem com sucateamento e recorrentes cortes em seus orçamentos. Por exemplo: “Governo corta R$ 187 milhões do MMA“; “Corte de recursos do Ibama ampliará desmatamento“; “Corte de R$926 milhões na Educação foi para pagar emendas parlamentares, diz ministro“; “Reitores de universidades federais do RS falam em ‘desastre’ e ‘atraso’ após cortes de verbas de pesquisa“.

5. Apoie a Reforma Agrária
Os assentamentos da Reforma Agrária trazem trabalho e futuro para famílias antes sem acesso à terra. São desses locais que vêm muitos dos produtos agroecológicos depois consumidos nas cidades. Vale lembrar: se o campo não planta, a cidade não janta! Aqui outro material bacana do Brasil de Fato, falando de como a agroecologia é contraponto às queimadas na produção agrícola.

6. Não vote na bancada ruralista
O governo Bolsonaro obedece cegamente aos interesses ruralistas: “Esse governo é de vocês”, afirmou ele. O agronegócio é um dos principais causadores e interessados na queima da Amazônia, em especial das áreas de proteção e terras demarcadas. Assim, podem avançar seus latifúndios, monoculturas e pasto, ganhando território – com a garantia de que, mais tarde, essa invasão será “legalizada” por este governo que os obedece (e não seria a primeira vez que isso ocorreria: é a legalização da grilagem). Também os madeireiros lucram: a terra queimada para a expansão do agronegócio foi antes ilegalmente desmatada. Aliás: quem é bancada ruralista? Descubra.

7. Responsabilize as empresas
Não é desastre nem acidente: por trás de cada tragédia ambiental está a ação de transnacionais multimilionárias que lucram com a devastação que deixam para trás. Brumadinho e Mariana nunca mais! Por isso é importante que avance um Tratado Vinculante na ONU que responsabilize as transnacionais, a maioria do Norte Global, por seus crimes, normalmente cometidos no Sul Global. Mais sobre a luta por um Tratado Vinculante você encontra no site da Campanha Global para Desmantelar o Poder Corporativo. Hoje, os Estados do Sul têm pouco poder frente às fortunas ostentadas pelas empresas, que compram o que precisarem (da mídia ao sistema judiciário, de políticos a associações civis) para saquear as riquezas que lhes interessarem.

8. Combata o patriarcado (e, em consequência, o neoliberalismo)
O combate deve ser contra as estruturas que mantém há séculos o poder nas mãos brancas e masculinas que queimam a Amazônia: um dos pilares que sustenta a lógica entreguista e colonial desse governo é o patriarcado. Assim, são leiloados os bens comuns dos povos brasileiros, pondo em risco todos os territórios – desde os corpos até as espiritualidades e terras em sentido estrito. Sobre isso, olha que legal esse texto da Marcha Mundial das Mulheres: “Desde o nosso feminismo, reafirmamos que é preciso fazer uma crítica integral ao sistema capitalista, patriarcal e racista. O desafio é conectar as lutas por autonomia sobre o corpo, a sexualidade e a vida, com as resistências às novas estratégias de colonização dos nossos corpos e territórios”.

9. Acredite e lute!
A desesperança e o sentimento de impotência não ajudam nem constroem nada! São muitos os exemplos de lutadoras e lutadores nos territórios que nos inspiram: as resistências indígenas, negras, feministas, campesinas! A luta contra o capitalismo e a devastação que esse sistema injusto causa nas relações sociais e ambientais são históricas, e o embate seguirá sendo travado: cabe a nós acreditar num outro mundo, fazendo aquilo que estiver ao alcance, pouco que pareça. Por isso terminamos aqui com o manifesto construído na Marcha das Mulheres Indígenas, que reuniu mais de 130 povos indígenas em agosto, em Brasília: “Somos totalmente contrárias às narrativas, aos propósitos, e aos atos do atual governo, que vem deixando explícita sua intenção de extermínio dos povos indígenas, visando à invasão e exploração genocida dos nossos territórios pelo capital. (…) Por isso, o território para nós não é um bem que pode ser vendido, trocado, explorado. O território é nossa própria vida, nosso corpo, nosso espírito”.

O que faz a Amazônia queimar é o capitalismo neoliberal

O território dos povos queima, as árvores viram cinzas que voam e desabam sobre as cidades: o céu escuro cai com um peso imensurável, desalinho do tempo, e já nem sabemos se haverá futuro. Os habitantes das metrópoles, tão esquecidos, enclausurados em prédios e engarrafamentos, olham pra cima assustados e parecem enfim lembrar: há uma floresta ali ao lado. Ou havia.

Ora, pode-se até fazer poesia disso, as tragédias são também cantadas, mas não nos enganemos: há algo de cru e feio por trás do fogo que consome a Amazônia – as cortinas de fumaça não nos tapam a visão. A mão manchada de sangue que acende a chama é a mão do capital: é à política neoliberal colonialista, tão docilmente acatada pelo governo Bolsonaro, que creditamos o ataque aos povos das florestas e a seus territórios.

Cada palavra proferida por Bolsonaro (PSL) e por seus ministros, e destacamos aqui o do Meio Ambiente, Ricardo Salles (Partido Novo), é como um sopro que estimula a chama, seja quando um tenta criar fantasmas e inimigos, invertendo papéis e culpando organizações ambientalistas pelos incêndios que o mundo testemunha abismado; seja quando outro tenta responsabilizar, de maneira rasteira, “as pessoas do Norte” (referindo-se à população brasileira da Amazônia, que culpabiliza por supostos “hábitos arcaicos”) pelo fogo que consome território de tão rica biodiversidade. E se os discursos já acendem a brasa, suas ações são como álcool, causadoras dessa explosão calamitosa: podemos citar o contingenciamento de R$ 187 milhões no Ministério do Meio Ambiente, que causou uma sequência de cortes em programas voltados ao cuidado ambiental: a Política Nacional sobre Mudança do Clima teve um corte equivalente a 95% em seu orçamento; o Programa de Apoio à Criação, Gestão e Implementação das Unidades de Conservação Federais, do ICMBio (Instituto Chico Mendes de Conservação da Biodiversidade), foi cortado em mais de R$ 45 milhões. Podemos falar ainda da extinção e ataques a conselhos importantes para a fiscalização e planejamento das políticas ambientais, como o Conselho Nacional do Meio Ambiente (Conama). Ou das frequentes agressões ao Ibama (Instituto Brasileiro do Meio Ambiente e dos Recursos Naturais Renováveis), tido pelo governante de ultradireita como uma simples “indústria da multa”. Ou da negação da ciência, uma vez que ela ajuda a denunciar o óbvio, desde o aumento do desmatamento na atual gestão até o mal causado por agrotóxicos à saúde da população (agrotóxicos estes liberados de maneira recorde e que, para completar, tiveram abrandadas as classificações em relação a suas toxicidades em medida recente).

A lista poderia ir longe ainda, mas paramos por aqui. Por ora, o foco é outro: é na mão que coloca o fogo, mais que no fogo que se alastra; a mão que manipula esse governo racista, colonizado e misógino: a mão do capital.

Incêndios florestais arrasam a vegetação no estado de Mato Grosso. O Estado vive do agronegócio e é responsável por grande parte da exportação de soja, milho e algodão do Brasil. Ali encontram-se também os parques Chapada dos Guimarães —que já perdeu o 12% de sua vegetação— e Serra de Ricardo Franco, na fronteira com Bolívia.

Bombeiro tenta extinguir as chamas durante incêndio que começou durante a estação de seca em Brasília. Segundo o Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (Inpe), os incêndios florestais aumentaram 83% com relação ao mesmo período de 2018.

Não é absolutamente novo o que se passa, é verdade. Nossa tragédia socioambiental não começa hoje: megaprojetos de desenvolvimento, com grande foco na mineração agressiva, nas barragens e no agronegócio, impactam o meio ambiente e os povos do Brasil há tempos. Parece eterno o saque dos nossos bens comuns. E que o clima seco facilita a ocorrência de queimadas não é nenhuma novidade também: mesmo que a ignorância dos tempos atuais desafie mesmo os conhecimentos mais básicos, parece haver consenso aí.

As dimensões do que acontece agora, porém, são outras. “A Amazônia está queimando mais em 2019, e o período seco, por si só, não explica este aumento”, nos alerta o IPAM (Instituto de Pesquisa Ambiental da Amazônia). E diz mais: a concentração de incêndios florestais em áreas recém desmatadas e com estiagem branda é um forte indicativo do caráter intencional dos incêndios, que têm a função de limpar essas áreas. Esvaziadas de gente e de florestas, essas terras podem ser então utilizadas para a expansão do capital através do avanço da fronteira agrícola para o agronegócio e para megaprojetos de extração mineral, que contam com intensos investimentos estrangeiros.

Mais de 60% dos focos de incêndio desde o início do ano foram detectados em propriedades privadas registradas no Cadastro Ambiental Rural, apontando os arcaicos ruralistas nacionais como os peões do agronegócio global. Incentivado pelas políticas de Bolsonaro, o fogo neoliberal propagou – e dura bem mais que um dia, infelizmente.

O Brasil vencerá o Brazil
E como combater o fogo que se espalha com os ventos fascistas que assolam o país, e que colocam literalmente em chamas a Amazônia e põem em risco a vida no planeta? A resposta nos surge em uma verdade irrefutável: as florestas se mantêm em pé onde estão os povos originários, e não há acaso aí: são eles parte delas – assim como somos nós também, embora não saibamos ou tenhamos esquecido, iludidos pelas falsas soluções do capitalismo que, quando conveniente, traveste-se de verde e se diz preocupado com a floresta que mais tarde põe ao chão, ou que até deixa em pé, privatizada e transformada em ativos em bolsas de valores, expulsando dela quem com ela vive em harmonia. Que estrago causam, somadas, a ignorância de uns e a ganância de outros – e pior quando surgem combinadas em uma só pessoa. Exemplos disso não nos faltariam no atual governo brasileiro.

Por isso os modos de vida tradicionais nos ensinam sobre o cuidar da natureza: a relação é de pertença, não de uso. São as lutas históricas dos povos originários e das comunidades tradicionais em defesa de suas culturas e de seus territórios que inspiram a luta que travamos por justiça ambiental, social, econômica e de gênero para todos os povos. Dali virá a resposta que procuramos – O que fazer?! – porque dali sempre veio: cabe a nós escutar. Assim que um alerta deve ser repetido, em alto e bom som: independente de qualquer boa intenção, a solução para os absurdos que testemunhamos nesse triste capítulo da história está em fortalecer a luta indígena, quilombola, campesina, feminista, agroecológica; em construir a soberania popular desde os territórios para mudar o sistema. Toda ação que tome outro caminho, ou que venha de cima para baixo, de Norte para Sul, do capital sobre a vida, anda em contramão.

A tristeza e a vergonha geradas pelos incêndios criminosos são devastadoras, mas devem ser transformadas em indignação e luta, unindo todos os povos do Brasil, nas suas diversidades e saberes que emanam de cada território, com suas florestas, cerrados, campos e cidades, montanhas e águas, culturas e memórias, para dizer que seguiremos resistindo, existindo, construindo e reconstruindo a força e a soberania popular para derrotar esse fascismo tosco, subserviente aos interesses das transnacionais e à lógica colonialista, racista e patriarcal do mercado. As dores e perdas são imensas: o capitalismo assume com gosto a sua natureza neoliberal, ataca com força, revida toda e qualquer tentativa de equidade, invade e suga o que há na terra, nas águas, nos corpos.

Mas se não são novidade os ataques, não são novidade também as resistências, que encontram alento e apoio na solidariedade internacionalista entre os povos do mundo que lutam contra esse mesmo sistema e suas injustiças. E se avança o fascismo neoliberal, avançam na mesma proporção as diversidades e as defesas pelos povos e seus territórios. Pode tomar mais tempo do que gostaríamos, é verdade; contudo, tratássemos de uma questão de gosto, certamente não estaríamos aqui. Não há opção: resta-nos sempre lutar a luta imposta a nós pelo nosso tempo, e acontece de ser essa a nossa. Lutemos, portanto.

No fim, o Brasil vencerá o Brazil.

Fotos: El País

What’s causing Amazonia’s burning is Neo-liberal capitalism

The Peoples’ territory is burning, the trees have become ash that flies and scatters itself upon the cities: the somber sky weighs an immeasurable heaviness, where time has been erased, leading us to doubt our future.  The inhabitants of the metropolises, so overlooked, prisoners to their buildings and traffic jams, look up frightened and appear to finally remember: there lives a forest at their side, or at least once upon a time…

Now, we could create poetry from this, tragedies are also recited, but let us not fool ourselves: there exists something crude and ugly behind the fire that consumes Amazonia – the curtains of smoke do not blindfold us. The bloodstained hand that lit the flame is the hand of the free market: it is to the colonizing neo-liberal policy – so obediently embraced by Bolosarno’s government – that we credit the attack on peoples from the forest and their territories.

Each word uttered by Bolsonaro (PSL) and his ministers, and here we underscore specifically that of the Environment, Ricardo Salles (Partido Novo), who is like the wind that spreads the flame, be it when one tries to create phantoms and enemies, inverting roles and blaming environmental organisations for the forest fires that the world witnesses while baffled or when another attempts to underhandedly blame the people of the North (referring to the Brazilian Amazonia population that uses archaic customs) for the fire that consumes the territory of such rich biodiversity.  So if their discourses have lit the embers, their actions act as alcohol, causing calamitous explosions: we can cite the budget cuts to the Minister of the Environment of 187 million reals (40 million euros) which led to a sequence of cuts directed at environmental protection: the National Policy on Climate Change experienced a cut equivalent to 95% of its budget; the Support, Administration and Implementation of Federal Conservation Units Programme, under the auspices of the ICMBio (Chico Mendez Biodiversity Conversation Institute) has had cuts of more than 45 million reals (9 million euros).  We could also include the extinction and attacks upon important Councils that inspect and plan environmental policies, such as the National Council on the Environment (CONAMA), including the frequent onslaughts against the Brazilian Environmental and Natural Resource Institute (IBAMA), characterised by the ultra-right government as simply a fine machine or the denial of science once it supports the denouncement of the obvious, from the increase in deforestation during the current administration to the damage caused by pesticides upon the population’s health (pesticides have been approved at a record level and, to top it off, have had their classifications lowered in relation to their toxicity in recent regulations).

The list could be even longer but here we pause.  Here, our focus is another: it is in the hand that starts the fire, more than just the fire that sprawls; it is the hand that manipulates this racist, colonizing and misogynist government: the hand of the free market.

There is nothing new here, this is true.  Our socio-environmental tragedy did not start today: mega-development projects with an enormous emphasis on aggressive mining, dams and agribusiness, have impacted the environment and the Peoples of Brazil for quite some time. It is as though we live an eternal sacking of our common goods.  And that the dry climate facilitates the incidence of the fires is nothing new either: while the ignorance of our times challenge the most basic givens, it seems that consensus exists.

The dimensions of what is occurring right now, however, are others.  “Amazonia is burning more in 2019, and it being the dry period in and of itself is not the explanation” as we have been alerted by the INPE (the Amazonian Environmental Research Institute).  Furthermore, it states that the concentration of fires in the areas more recently deforested and which have experienced a milder drought is a strong indication of arson, functioning to intentionally clear these areas.  Emptied of people and forests, these lands can such be used for capital expansion through advancing the agricultural frontier for agribusiness and mega-projects of mineral extraction, which have intensive foreign investment.

More than 60% of the forest fires since the beginning of the year have been identified on private properties registered in the Rural Environmental Registry, indicating the archaic nationalistic rural plantation owners as the peons of global agribusiness.  Encouraged by Bolsonaro’s policies, the Neo-liberal fire has spread and unfortunately will last for more than a day.

Brasil will overcome Brazil
And how do we combat the fire that spreads like the fascist winds that ravage the country, and literally places Amazonia in flames and puts the life of the planet at risk?  Unquestionably, the answer appears to us: forests are still standing where the First Nations are still standing, and not by happenstance: they are part of each other – as are we as well, yet we do not remember or may have forgotten, deluded by the false solutions offered by capitalism that, when convenient, dresses up in green and claims to be worried about the forest that sooner or later will be razed, or maybe even letting it stand while it is privatised and transformed into assets to be traded on the stock market, ousting those who live with it in harmony. What havoc they have inflicted added to the ignorance of some and for the profit of others – and even worse when culminated in only one person.  Examples of this are not lacking in the current Brazilian government.

To accomplish this, the traditional forms of life teach us about protecting nature; the relationship is of belonging and not of utilisation.  These are historical struggles of the First Nations and the traditional communities in defense of their cultures and their territories that inspire the fight that we wage for environmental, social, economical and gender justice for all Peoples.  From there our answer resounds – what should we do?!  As usual it has always come from there, we just need to listen.  Such that the warning needs to be repeated, loud and clear: independent of whatever other well-intended proposal, the solution for the absurdity that we are witnessing in this sad chapter of history is in strengthening the struggles of the First Nations, Quilombas (historical Brazilian slave refuges), farmers, feminists and agroecology and popular sovereignty must be constructed from within the territories such that we can transform the system.  Any action that follows another path, be it from the top down  or from the North to the South or from capital upon life, they all go against the current.

The sadness and embarrassment generated by these criminal blazes are devastating; however, they should be transformed into outrage and struggle, uniting all the Peoples of Brazil, in all our diversity and knowledge that emanates from each and every territory, with our forests, savannas, countrysides and cities, mountains and bodies of water, cultures and memory such that we shout out that we continue to resist, to exist, to construct and reconstruct strength and popular sovereignty to defeat this cruel fascism, subservient to transnational interests and the colonising, racist and patriarchal logic of the market.  The throes and losses are immense: capitalism assumes with joy its Neo-liberal nature, attacks with violence, retailiates against any form of equality, invades and sucks up whatever it finds in the earth, the bodies of water and of humans.

So if the attacks are not new, nor is the resistence, which finds encouragement and support in international solidariety among the Peoples of the world that fight against this system and its injustices.  So as Neo-liberal fascism moves forward so at the same pace do our diverisity and defenses by the Peoples and territories.  It may take more time than we would like; however, if it were a question of choice, we would certainly not even be in this situation.  There are no options:  we must keep fighting the struggle that has been imposed upon us in these times, and no matter what happens, it is our struggle.  Thus, we shall fight.

At the end of it all, Brasil shall win over Brazil.

Es el neoliberalismo lo que hace arder el Amazonas

El territorio de los pueblos arde, los árboles se convierten en cenizas que vuelan y se desmoronan sobre las ciudades: el cielo oscuro cae con un peso inconmensurable, desalineando el tiempo, y ya no sabemos si habrá futuro. Los habitantes de las metrópolis están olvidadizos, enclaustrados en edificios y en embotellamientos, miran para arriba asustados y parecen, por fin, recordar que hay una floresta, ahí al lado. O había.

Ciertamente, podemos hacer poesía con lo que está sucediendo, las tragedias son cantadas, pero no nos engañemos: hay algo crudo y feo que está por detrás del fuego que consume el Amazonas – las cortinas del humo no nos tapan la visión. La mano manchada de sangre que enciende la llama es la mano del capital. Es la política neoliberal colonialista, tan dócilmente adoptada por el gobierno de Bolsonaro, que permite el ataque a los pueblos de las selvas y sus territorios.

Cada palabra proferida por Bolsonaro (PSL) y sus ministros, principalmente el ministro de Medio Ambiente Ricardo Salles (Partido Novo), es como un soplo que estimula la llama. Cuando alguno de ellos intenta crear fantasmas y enemigos, invirtiendo papeles y culpando a las organizaciones ambientalistas por los incendios que el mundo observa perplejo; o, cuando otro intenta responsabilizar con zancadillas a “las personas del Norte” (refiriéndose a la población brasilera del Amazonas, que culpabiliza por supuestos “hábitos arcaicos”) por el fuego que consume el territorio con toda su magnífica biodiversidad. Y si los discursos ya encienden la brasa, sus acciones son como alcohol, causantes de esa explosión calamitosa. Podemos citar la reducción de R$ 187 millones en el presupuesto del Ministerio del Medio Ambiente, que causó una secuencia de cortes en programas dirigidos al cuidado ambiental; la Política Nacional sobre Mudanza del Clima tuvo un corte equivalente a 95% en su presupuesto; el Programa de Apoyo a la Creación, Gestión e Implementación de las Unidades de Conservación Federales, del ICMBio (Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad), fue recortado en más de R$ 45 millones. Podemos mencionar además: la extinción y ataques a importantes consejos que trabajan en la fiscalización y planificación de políticas ambientales, como es el caso del Consejo Nacional del Medio Ambiente (Conama); las frecuentes agresiones al Ibama (Instituto Brasilero del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables), considerados por el gobernante de ultraderecha como una simple “industria de la multa”; la negación de la ciencia, cuando es ella la que ayuda a denunciar lo obvio, desde el aumento de la desforestación en la gestión actual, hasta el mal causado por los agrotóxicos a la salud de la población (estos agrotóxicos fueron liberados de forma record y, recientemente, disminuyeron las clasificaciones con relación a sus toxicidades).

Podríamos extendernos con la lista, pero paramos por aquí. En este momento el foco es otro: es la mano que coloca el fuego, más que el fuego que se propaga; la mano que manipula este gobierno racista, colonizado y misógino: la mano del capital.

Es verdad que no es absolutamente nuevo lo que está pasando. Nuestra tragedia socio ambiental no comienza hoy: mega-proyectos de desarrollo, con grandes focos en la minería agresiva, en las represas y el agro-negocio, impactan el medio ambiente y a los pueblos de Brasil desde hace tiempo. Parece eterno el saqueo de nuestros bienes comunes. Tampoco es ninguna novedad que el clima seco facilita el inicio de los incendios: así mismo que la ignorancia de los tiempos actuales desafíe los conocimientos básicos, parece haber consenso en esto.

Sin embargo, son otras las dimensiones de lo que está sucediendo en este momento. “El Amazonas se está quemando más en 2019, y el período seco, por sí solo, no explica este aumento”, nos alerta Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia -IPAM. Y dice más: la concentración de incendios forestales en áreas recién desmatadas y con sequía suave, es un fuerte indicativo del carácter intencional de los incendios, que tienen la función de limpiar esas áreas. Vaciadas de gente y de selvas esas tierras pueden ser, entonces, utilizadas para la expansión del capital a través del avance de la frontera agrícola para el agronegocio y para los mega-proyectos de extracción mineral, que cuentan con gruesas inversiones extranjeras.

Más del 60% de los focos de incendio fueron detectados desde inicio del año en propiedades privadas registradas en el Registro Ambiental Rural, apuntando a los arcaicos ruralistas nacionales como los peones del agronegocio global. Incentivado por las políticas de Bolsonaro, el fuego neoliberal se propagó –y dura mucho más que un día, desgraciadamente.

Brasil vencerá al Brazil

¿Y cómo combatir el fuego que se esparce con los vientos fascistas que asolan el país, y que colocan literalmente en llamas al Amazonas y ponen en riesgo la vida en el planeta? La respuesta nos surge en una verdad irrefutable: las selvas se mantienen en pie donde están los pueblos originarios, y ellos son parte de ellas –así como lo somos nosotros también, a pesar que no sepamos o nos hayamos olvidado, eludidos por las falsas soluciones del capitalismo que, cuando es conveniente, se disfraza de verde y se dice preocupado por la selva que más tarde arrasa, o deja en pie privatizada y transformada en activos de las bolsas de valores, expulsando de ella a quien vive en armonía en ella. Causan daño, sumando la ignorancia de unos y la ganancia de otros, y es peor cuando surgen combinadas en una sola persona. Ejemplos de esto no nos faltan en el actual gobierno brasileño.

Por eso, los modos de vida tradicionales nos enseñan sobre cuidar la naturaleza: la relación es de pertenencia, no de uso. Son las luchas históricas de los pueblos originarios y de las comunidades tradicionales en defensa de sus culturas y de sus territorios que inspiran la lucha que llevamos por justicia ambiental, social, económica y de género para todos los pueblos. De ahí vendrá la respuesta que buscamos – ¿qué hacer?! – porque de ahí siempre vino, corresponde a nosotros escuchar. Es así que una alerta debe ser repetida, en sonido bien alto, independiente de cualquier buena intención, la solución para los absurdos que presenciamos en este triste capítulo de la historia está en fortalecer la lucha indígena, quilombola, campesina, feminista y agroecológica. En construir la soberanía popular desde los territorios para cambiar el sistema. Toda acción que tome otro camino, o que venga de arriba para abajo, desde Norte hacia el Sur, del capital sobre la vida, anda a contramano.

La tristeza y la vergüenza generadas por los incendios criminales son devastadoras, pero deben ser transformadas en indignación y lucha, uniendo todos los pueblos de Brasil, en sus diversidades y saberes que emanan de cada territorio, con sus selvas, sabanas, campos y ciudades, montañas y aguas, culturas y memorias, para decir que seguiremos resistiendo, existiendo, construyendo y re-construyendo la fuerza y la soberanía popular para derrotar ese fascismo tosco, servil a los intereses de las transnacionales y a la lógica colonialista, racista y patriarcal del mercado. Los dolores y las pérdidas son inmensas: el capitalismo asume con gusto su naturaleza neoliberal, ataca con fuerza, defiende toda y cualquier tentativa de equidad, invade y extrae lo que hay en la tierra, en las aguas y en los cuerpos.

Pero no son novedades los ataques como tampoco son novedad las resistencias que encuentran aliento y apoyo en la solidaridad internacional entre los pueblos del mundo que luchan contra ese mismo sistema y sus injusticias. Y si avanza el fascismo neoliberal, avanzan en la misma proporción las diversidades y las defensas por los pueblos y sus territorios. Puede tomar más tiempo del que nos gustaría, es verdad; sin embargo, si fuera una cuestión de gusto, ciertamente, no estaríamos aquí. No hay opción: nos queda siempre luchar la lucha impuesta a nosotros por nuestro tiempo, y sucede ser esta hoy en día la nuestra. Por lo tanto, Luchemos.

Al fin, Brasil vencerá al Brazil.

Grandes empresas frigoríficas e de laticínios estão aquecendo o planeta, e logo serão as maiores poluidoras

Novo relatório revela como as estratégias de crescimento das 35 maiores empresas frigoríficas e de laticínios do mundo aumentam suas emissões, prejudicando esforços globais para evitar perigosas mudanças climáticas.

As maiores empresas globais de carnes e laticínios podem virar os piores poluidores do planeta nas próximas décadas, segundo um novo relatório do Instituto para Políticas em Agricultura e Comércio (IATP) e da GRAIN. Quando o planeta mais precisa reduzir suas emissões de gases de efeito estufa, os imensos frigoríficos e laticínios promovem o consumo excessivo ao acelerarem a produção e as exportações, apesar dos compromissos que algumas delas assumiram para reagir à mudança do clima.

O relatório completo em português pode ser lido AQUI.

ALGUNS DADOS RELEVANTES ALCANÇADOS:

  • As cinco maiores empresas de carne e laticínios  do mundo: JBS (Brasil), Tyson Foods, Cargill e Dairy Farmers (US) e Fonterra (Nova Zelândia),  já são responsáveis por mais emissões anuais de gases de efeito estufa do que as petroleiras ExxonMobil, Shell ou BP.
nota: o que não significa desresponsabilizar as petroleiras por seus crimes e abusos. A Amigos da Terra Holanda recentemente levou a Shell aos tribunais; aqui no Brasil, a empresa agiu fortemente no lobby pela estrangeirização do pré-sal, contribuindo para o golpe que esfarelou a nossa democracia

 

  • As emissões combinadas das 20 maiores empresas de carnes e laticínios superam as emissões de nações inteiras, como Alemanha, Canadá, Austrália ou Reino Unido e França.
  • 10 companhias controlavam perto de ¼ de toda a produção global de carne e laticínios em todo o mundo em 2016, com operações concentradas em poucos países com alta produção e consumo de carne e leite, chamados de bloco de proteína excedente, que, somados à China, respondem por cerca de ¾ da emissões globais do setor de carne e laticínios.
  • A maioria das 35 principais empresas de carnes e laticínios não consegue relatar completamente as emissões ou exclui suas emissões da cadeia de fornecimento (emissões da produção de ração animal até o metano gerado pelo gado), que respondem por 80-90% de suas emissões. Ao contrário, relatam aumento da produção, principalmente através de subsídio no preço dos grãos para ração produzido pelo agronegócio e acordos comerciais para diminuir qualquer barreira tarifária a fim de garantir o aumento da exportação.
  • Apenas 14 das 35 maiores empresas de carne e laticínios anunciaram algum tipo de metas de redução de emissões. Destes, apenas 6 incluem as emissões da cadeia de fornecimento e 4 companhias fornecem estimativas abrangentes de emissões:  Nestlé (Suíça), Danone (França), Friesland/Campina (Holanda) e NH Foods (Japão). Entretanto, apenas duas empresas se comprometeram a reduzir suas emissões absolutas: Nestlé, a maior companhia de alimentos do mundo, em 50% até 2050; e Danone, a segunda maior receita da cadeia de laticínios, se comprometeu a chegar a “emissões líquidas zero” em 2050. Lembrando que tais metas são voluntárias, sem contar com um  sistema independente de monitoramento e verificação.
nota: sempre desconfie das promessas de grandes empresas: não é novo, por exemplo, o interesse da Nestlé em privatizar fontes de água – encontro do CEO da empresa com Michel Temer em Davos e o Fórum Mundial da Água [o fórum empresarial oposto ao FAMA, este sim um fórum popular que defende a água como um direito de todas e todos], ocorrido em março deste ano, recolocaram a discussão em pauta

 

  • Entre as empresas que possuem estratégia de redução de emissões, há, contraditoriamente, previsão de aumento de sua produção global entre 2015-2030, como no caso da Danone, em 70%. A redução das emissões de GEE neste período se daria com a adoção conjugada da i) diminuição da intensidade de emissões por kg por parte dos agricultores fornecedores da cadeia de produção (Danone, Fonterra) e; ii) adoção de mecanismos de compensação (offset), por meio de plantio de árvores e conversão de fazendas no Sul Global por meio de práticas agrícolas sustentáveis, embora o Acordo de Paris não aceite compensações para o cumprimento das metas voluntárias.
    nota: tais medidas de compensação fazem parte das falsas soluções que o capitalismo verde prega para que siga poluindo e violando direitos em territórios; o assunto foi tema de debate recente no IV Encontro do Povos das Florestas Contra as Falsas Soluções, no qual o Amigos da Terra participou – leia aqui a carta produzida na ocasião denunciando estas falsas soluções
  • Se o crescimento da indústria global de carne e laticínios continuar conforme projetado, o setor pecuário como um todo poderia responder por 80% do orçamento anual de gases de efeito estufa do planeta até 2050.

Devlin Kuyek, pesquisador da Grain:

“Ao invés de ter que suportar os custos da intensidade de suas emissões para proteger a agenda de crescimento das grandes companhias de carne e leite, agricultores podem, por meio do suporte de programas públicos, realizar uma transição para praticas agroecológicas (…)

Shefali Sharma, diretora do IATP:

“Não existe carne barata. É hora de percebermos que o consumo excessivo está diretamente ligado aos subsídios que fornecemos à indústria para continuar desmatando, esgotando nossos recursos naturais e criando um grande risco à saúde pública por meio do uso excessivo de antibióticos — alerta. Agora, o relatório mostra o papel fundamental que estas companhias desempenham também para as mudanças climáticas.”

No relatório completo você pode saber mais sobre:

Concentração corporativa e de emissões no bloco de países com proteína excedente mais China;

– Portas giratórias ou captura corporativa do Estado e das negociações internacionais;

– Enfoque na redução de intensidade de emissões e transferência da responsabilidade ambiental para os agricultores fornecedores;

– Aumento da produção/exportação de carnes e laticínios, tratados de livre comércio e pressão sobre pequenos agricultores.

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